Los refranes son una fuente inagotable de sabiduría popular, y uno de los temas más recurrentes en estas sentencias es el concepto de destino. Desde tiempos remotos, los seres humanos hemos intentado comprender el curso de nuestras vidas, y para ello nos hemos servido de distintos enfoques filosóficos y religiosos. En el ámbito popular, el destino se entiende como una fuerza que determina el curso de nuestra existencia, y que a menudo se presenta como algo inevitable e inmutable. Es decir, el destino es el final gancho del hilo que nos lleva por un camino ya escogido.
Esta visión del destino es la que reflejan muchos refranes, como "cada uno es arquitecto de su propio destino", "nada sucede por casualidad", o "el destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos". En todas estas expresiones, podemos ver cómo se enfatiza la idea de que el destino es algo que está fuera de nuestro control, aunque al mismo tiempo se nos invita a actuar en consecuencia para influir en él. Es decir se nos da cierta libertad de acción pero dentro de los limites que nos pone el destino.
A pesar de la extendida creencia en la predestinación, muchas personas prefieren adoptar una visión más optimista del futuro, no como algo que está decidido de antemano, sino como una serie de posibilidades abiertas que podemos explorar en nuestro camino por la vida. En este sentido, muchos refranes invitan a mirar hacia adelante con esperanza y afrontar el futuro de manera activa y comprometida, como si fuera un camino por recorrer. El futuro es nuestra obra y tenemos la capacidad única de moldearla a través de nuestras acciones constantes.
En lugar de definir el futuro como un destino que está marcado de antemano, los refranes nos alientan a contemplarlo como una especie de horizonte que se encuentra allí, y que podemos alcanzar, aunque no sabemos exactamente qué nos depara. Algunos refranes que resumen bien esta actitud son "el futuro es una construcción del presente" o "la mejor forma de predecir el futuro es creándolo".
La idea de que el futuro es un camino por recorrer no significa que debamos ser pasivos o esperar a que las cosas sucedan. Al contrario, esta perspectiva invita a la acción y a la planificación, así como la perseverancia y la voluntad de aprender. Si bien cada uno tiene un destino, son las acciones, la constancia, la disciplina y la perseverancia lo que llevan a lograr los objetivos y conseguir la felicidad que buscamos.
La perseverancia es una de las virtudes más valoradas en la cultura popular, y muchos refranes hacen referencia a esta cualidad, como "la paciencia es la madre de todas las virtudes", "no por mucho madrugar amanece más temprano" o "el éxito no es para quien puede, sino para quien lo hace". Estos refranes reflejan la idea que el futuro se construye con perseverancia, y que nada se logra de la noche a la mañana.
Otra virtud fundamental para construir el futuro como un camino por recorrer es el aprendizaje constante. En un mundo que cambia cada vez más rápido, adquirir nuevos conocimientos y habilidades se ha convertido en una necesidad más que nunca. En este sentido, muchos refranes enfatizan la importancia del aprendizaje y el esfuerzo en nuestra vida, como "la práctica hace al maestro" o "el saber no ocupa lugar".
La formación constante, tanto a nivel personal como profesional, es fundamental para avanzar en el camino de la vida. Una formación que podemos conseguir desde distintas fuentes, entre ellas están los blogs, cursos en línea, seminarios o charlas, o a través de nuestros contactos.
Aunque el destino es una idea que ha sido popular durante siglos, y que sigue presente en varios ámbitos de nuestro mundo, existen varios peligros asociados con este enfoque. En primer lugar, la idea de que nuestro futuro ya está decidido puede llevar a la pasividad y a la falta de acción, ya sea por la frustración de pensar que no se puede cambiar nuestro destino o por la comodidad de no tener que enfrentarnos a los desafíos presentes.
Además, el concepto de destino puede ser peligroso para nuestra autoestima y nuestras relaciones con los demás. Si creemos que nuestro éxito o fracaso está determinado de antemano, es fácil caer en la desesperación o la arrogancia, y dejar de valorar el esfuerzo y el trabajo duro que requiere la construcción de nuestro propio futuro.
El futuro no es un destino, es un camino por recorrer. Esta perspectiva es mucho más optimista y activa que la noción de que nuestro destino está escrito desde el principio. Si bien es cierto que el destino puede existir, emocionarse por lo que puede ser en lugar de ser tomado por lo que será es una forma más gozosa de vivir. Los refranes, como sabiduría popular, nos muestran la importancia de la perseverancia y el aprendizaje constante en la construcción de nuestro futuro, así como los peligros de caer en la pasividad y la resignación si pensamos que todo está determinado por fuerzas externas. Si queremos forjar un futuro a nuestro antojo, debemos actuar en consecuencia y enfrentarnos a los desafíos presentes de manera activa y comprometida.